Era un sobreviviente de las guerras floridas de México. Así llamaba Bolaño a los que se iban a la cierra a tumbar el capitalismo. Cuando lo conocí era profesor del CCH; es decir, daba clases a adolescentes a mediados de los años noventa del siglo pasado. Usaba una boina verde olivo y tenía una voz gruesa y una risa de fumador.
Lo recuerdo muy bien. Estaba frente a la computadora, tenía un disquete de 3 un medio y Windows 95 le deba la bienvenida a lo que pomposamente llamaban era digital. Tenía que mandar un texto a algún periódico de izquierda. La recomendación fue pasarlo al disco duro, editarlo y mandarlo como attach a la redacción. ¿Cómo se hace eso? Fácil: copiar y pegar. Abría los ojos cada vez más y empezaba a aplaudir. “Es que se ve cómo se mueve”. “¡Mira! La carpeta se está abriendo. Ahí va…”. Se refería a la ventana que mostraba el progreso de la transferencia. Estaba fascinado con Windows 95.
Eso era una escuela pública mexicana, de mediados de los noventa. Si ese profesor canoso que nos recordaba que Zapata vive vive la lucha sigue sigue ahora en laptop, que con cincuenta años o más aplaudía como si estuviera frente a un acróbata, si ese maestro tuviera una iPad (porque no tendría otra “tableta”), ¿qué vería? ¿Qué haría? Quizá vería sus canas en la pantalla y no podría aplaudir porque esto se trata ahora de dedos. Siempre se ha tratado de dedos.